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  • Writer's pictureViviana Huízar

Sensaciones efímeras en la piel eterna

Llevar en la piel aquello que nos hace quienes somos, hacer visible y eterno el interior, el tatuaje es un “para siempre” tan propio que se lleva en el cuerpo mientras viva o hasta que todo eso que somos deje de existir. En el 2021, Mango y Marmun, dos tatuadoras originarias de la Ciudad de México le dan vida a Estudio Morfo, un espacio creado para inmortalizarnos a través del arte de un movimiento rítmico, repetitivo y preciso: la técnica de tatuaje handpoke.


En el 2017, Mango vivía en Nueva Zelanda, donde conoció los orígenes Maoríes de la técnica de handpoke. De manera autodidacta y experimentando en piel propia, consiguió un dominio de esta técnica que se calcula que existe desde el año 5000 a.C.


En el 2020, Marmun comenzó su proceso de aprendizaje en frutas y pieles sintéticas, el primer tatuaje que las creadoras de Estudio Morfo realizaron en piel viva, fue en la propia. Para la tribu Moko Maorí de Nueva Zelanda, los tatuajes se realizan con el fin de rendir culto a los dioses, de manera ceremonial y con un valor cultural arraigado a la identidad. Desde el otro lado del mundo, Mango y Marmun admiran los procesos ancestrales y buscan darle a sus clientes una experiencia personal y en donde encuentren calma.


Un tatuaje realizado con máquina es más doloroso y daña más la piel, la máquina se calienta generando fricción, irritando la piel y provocando costras que tardan más tiempo en sanar. Estudio Morfo busca ofrecer una experiencia totalmente personal, relajante, sin estímulos de estrés y arraigada al arte de inmortalizarnos en nuestra propia piel.


En sus orígenes los maoríes realizaban, la técnica del handpoke con una herramienta punzante hecha de huesos de albatros, dientes de tiburón o espinas. El ritual sagrado de tatuarse, o “tapu”, como ellos lo llamaban, implica mucho más que convertir la piel en algo ornamental: los tatuajes narraban la historia, trayectoria y memorias de cada vida.


Respetando el rito y brindándole culto al cuerpo, a la vida propia y a la leyenda en la que cada vida humana se convertiría al terminar, los maoríes se sometían ante el rito del tatuaje respetando tres reglas principales. Desde que comienza el proceso de cicatrización, no deben comer con las manos, mantener relaciones sexuales, ni entrar en guerra. Sus creencias indican que romper alguna de éstas reglas provocaría que su rostro se hinchase tanto que morirían asfixiados.


Hoy en día el tatuaje se realiza con propósitos tanto estéticos, como artísticos e ideológicos, y aunque la cultura popular contemporánea no tenga (en su mayoría) un arraigo espiritual impreso en el tatuaje, marcar la piel siempre será algo tan eterno como en los orígenes de ésta arte. Mientras tanto, sigamos admirando la perfección del handpoke, que en movimientos efímeros y fugaces vuelve eterno todo aquello que seremos.

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